Para quienes no lo conocen, él es Tito Pooh. Un mono araña de alambre. Y como dice la canción "este es el mono de alambre, y al que no le guste, que....le den pamba".
Su origen es incierto. Aunque él asegura ser originario de Chiapas. Específicamente del cañón del Sumidero. Sin embargo, personas allegadas a él saben que es el resultado de los amoríos de su papá, un mono araña bastante enamoradizo, quien cayó rendido ante los encantos de una bobina eléctrica. De ahí su singular apariencia.
Es un buen amigo. Aunque a veces suele ser inoportuno y un poco indiscreto....
Y bueno, el caso es que hace un tiempo tuvo una experiencia un poco traumática con cierto personaje de sotana. Tras lo cual, desarrolló una especie de síndrome de Estocolmo....
Ante tal situación, resolví llevarlo durante este fin de semana a la reserva de la biósfera El Cielo, en Tamaulipas. Ante lo cual accedió, animado además por la idea de conocer el sitio y porque hace mucho, mucho tiempo algunos familiares suyos deambularon por acá (aunque muchos después se mudaron de lugar o terminaron cautivos en el zoológico de Brownsville).
Así que este viernes nos fuimos en el autobús. Durante el trayecto, algunos paisajes típicos del noreste llamaron su atención. Como el cerro del Pilón, en el municipio de Mainero, Tamaulipas.
Llegamos a Ciudad Victoria, la capital del estado. E hicimos una breve escala en la terminal de autobuses, para tomar el que nos llevaría más cerca de la reserva.
Al ir viajando por la seca planicie tamaulipeca, uno que otro cerro aislado rompe con la monotonía.
El autobús nos bajó en un punto conocido como la Y griega (bueno, ahora de acuerdo a la RAE: la "ye"). Debido a las condiciones de sequía prolongada que se han dado en los últimos meses en la región, algunas cosas no lucían del todo bien.
El panorama fue un poco desolador para Tito Pooh, quien no perdió oportunidad de curiosear un poco entre la vegetación quemada.
Tras conseguir un aventón (esto debido a que Tito Pooh le enseñaba las piernas a los automovilistas), llegamos hasta la villa de Gómez Farías, que se considera el punto de entrada a la reserva de la biósfera. Ahí, el paisaje cambió radicalmente. Y Tito Pooh se mostró más contento que al llegar.
La vegetación tropical del lugar le recordó de inmediato su tierra natal. El olor de los mangos maduros, los aguacates, los cedros en floración, el color de las heliconias....
Por supuesto que no podía irse sin darle una probada a los mangos de la región, que por cierto, son toda una delicia.
Al momento de subir a la sierra, se dejó venir una lluvia ligera. Por lo menos aminoró un poco el calor que se sentía. Y no impidió que Tito siguiera de curioso entre la vegetación.
Un poco antes del anochecer, llegamos a la comunidad donde nos hospedaríamos. Por un módico precio, nos permitieron un espacio para acampar, bajo techo y con sanitarios y regaderas cerca. Era tal el cansancio que ya dormíamos desde antes de tocar el suelo =P. Y a la mañana siguiente, después de un buen desayuno....
Y de admirar el sol naciente....
Nos dispusimos a caminar hasta los sitios donde haría muestreos para la tesis. En el camino, la humedad de la mañana se condensaba y formaba algunas nubes que cubrían los cerros. Y la luz del sol, al filtrarse entre los árboles, daba una apariencia fantasmagórica a todo el bosque.
Como siempre que pasa al andar en lugares apartados, es indispensable cargar el GPS para poder orientarse correctamente. En lo que éste agarraba señal, Tito siguió curioseando.
Se preguntó si era cierto que los hongos que crecen en el estiércol de las vacas son alucinógenos y quiso comprobarlo directamente....
El efecto no fue del todo bueno. Quiso hacer su numerito de "E.T., phone, home". Sin saber que en ese lugar no hay señal de telefonía.
Y bueno, una vez pasada la euforia alucinógena, se sentó un rato bajo un árbol, levantó la vista y se sintió inmensamente pequeño y apabullado ante tanta diversidad de vida.
Orquídeas, hongos y bichos por igual llamaron su atención.
La lluvia, que tanto hacía falta en esa región, se hizo presente durante la tarde. Creo que con una intensidad inusitada, pero al fin y al cabo necesaria.
Muchos caminos se convirtieron en arroyos. Pese a la mojada, estábamos seguros que muchos animales del lugar tendrían ahora un abasto provisional de agua.
Como su bolsa de dormir se mojó, Tito no tuvo más remedio que tratar de cobijarse con hojas de periódico. No fue una noche del todo agradable...
Sin embargo, a la mañana siguiente, al volver al sitio de muestreo, encontramos que el camino de acceso se había convertido en esto:
Y a Tito se le olvidó lo mal que la había pasado la noche anterior. Se sentó a la orilla del arroyo a contemplar la caída de agua.
Descubrió además, con mayor sorpresa, que uno de los cuadrantes delimitados el día anterior ahora tenía un valor agregado en forma de cascadas y pozas de agua helada bajando de los cerros.
Pero primero el trabajo, después vendrían los chapuzones...
Al terminar ese día, bajando de la sierra, se formó esto entre las nubes. No pregunten por qué Tito Pooh se sintió de inmediato identificado con ello.
Y el lunes llegó el momento de decir adiós. Tito Pooh se despidió, muy contento de haber conocido ese lugar, y se prometió a sí mismo volver dentro de poco tiempo.
El sol se ponía esa tarde de lunes, cuando Tito Pooh llegó por fin a Linares. A casa, para recargar energías. Y planear otras salidas...