Es fácil decir "tal o cual cosa están mal", sobre todo cuando lo vemos desde fuera. Sin saber qué piensan las partes involucradas. Digo esto porque ayer, leyendo una nota de La Jornada que una buena amiga puso en su muro de FB, resulta que hay empresarios quejándose de que las normas ambientales en el país no les permiten construir proyectos turísticos en zonas costeras del Caribe y el Pacífico mexicanos. Sobre todo, tomando en cuenta que esas zonas están (o estaban) ocupadas en un inicio por vastas extensiones de manglar, el cual es un ecosistema de lo màs importante para regular el flujo de nutrientes en los ambientes costeros, ayudan a mitigar el daño provocado por huracanes, son un sitio importante para la reproducción de cientos de especies animales.
Pues bien, resulta que estos empresarios, a través de ciertos legisladores "títeres", andan proclamando que la protección a tan importantes ecosistemas es una señal de retroceso, que se detiene la generación de empleos que tanto necesitan los lugareños y que de esa forma México nunca llegará a ser la potencia turística que tanto promete el presidente Calderón. Pero resulta que las especies de mangle que componen esos ecosistemas (mangle rojo, mangle negro y mangle botoncillo) están en categoría de riesgo de extinción de acuerdo a la SEMARNAT y su Norma Oficial 059. Lo que quieren estos señores empresarios (muchos de ellos españoles) es que el Congreso invalide dicha norma, bajo los argumentos antes mencionados, para que se le dé libre cauce a sus megaproyectos de inversión: hoteles de lujo, residencias, condominios, campos de golf, marinas, spas...sitios que, en efecto, generarían fuentes de empleo para la población. Paradójicamente, vedándoles al mismo tiempo el acceso a los sitios que por derecho les corresponden.
No sé qué tengan en la mente estos señores empresarios. Probablemente billetes embarrados de mierda. Dicen que, si bien destruyen los manglares para construir lo que les viene en gana, se darían a la tarea de sembrar "en compensación" en otros sitios. ¡Háganme el favrón cabor! Lo que estos señores ignoran es la cantidad de años que lleva a un ecosistema de este tipo desarrollarse y lograr las condiciones que tenía en un principio. Un conjunto de plántulas sembradas de forma muy mal planificada, probablemente dejadas al garete y en sitios que no son idóneos, nunca podrían considerarse una "compensación" por el daño ambiental ocasionado.
Por desgracia, vivimos en un país donde la ley está del lado de quien más dinero tiene. La corrupción se filtra a todos los niveles, desde la silla del gobernador hasta los operadores de los bulldozers que derriban los árboles. Son numerosas las denuncias por destrucción de manglares, sin embargo, son pocas a las que se les da seguimiento. Y aquí es donde digo que también hay que preguntar qué piensan los lugareños sobre las modificaciones al entorno en que viven. Es cierto que casi todos viven en pobreza extrema. Y si se les preguntara si prefieren comer o conservar los manglares, muy probablemente se irían sobre la primera opción. La cosa aquí es que se den cuenta del valor del sistema natural que poseen. Justamente, una de las alternativas es el ecoturismo. Si bien no es una panacea que les solucionará todos los problemas, si es bien planificado puede lograr cambios significativos en el entorno social y económico de las poblaciones cercanas.La autoridad federal tiene ante sí un enorme reto: soportar las presiones de los intereses económicos y hacer valer de manera enérgica sus leyes ambientales. Como sociedad, estamos obligados a no permanecer indiferentes ante esta y otras problemáticas. A dejar la inercia. A cambiar de manera de pensar, creyendo que el progreso tiene que ser antagónico a la conservación de los recursos. Es difícil, claro. Pero se vuelve un desafío aceptable si pensamos que, de seguir así, tal vez en el futuro no podamos comer ni respirar dinero.
1 comentario:
algo pasa entonces con los blogueros a veces incansables
que hoy ya no comentan aunque mantienen las ligas y las
visitas
un abrazo
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