Las hojas amarillentas del árbol de barreta (Helietta parvifolia) dan un aspecto otoñal en pleno mes de junio a los parajes del cañón de la Huasteca, uno de los principales atractivos del parque nacional Cumbres de Monterrey. Ubicado a unos cuantos minutos de la urbe, este lugar se yergue entre las montañas de la Sierra Madre Oriental y es interesante desde el punto de vista geológico, además de su diversidad de plantas y animales adaptados a las rigurosas condiciones medioambientales, así como por la presencia de vestigios arqueológicos en la zona, que datan incluso de hace 7 mil años. Agua y viento se han encargado de conformar la fisonomía de este lugar, dándole a las rocas y a los picos montañosos formas caprichosas y fantásticas que hacen volar la imaginación, y que son un reto para quienes gustan de la escalada.
En riesgo permanente por el crecimiento de la ciudad y la invasión de terrenos para proyectos urbanísticos, el frágil equilibrio que existe en este lugar estaría a punto de romperse. No es a través de fraccionamientos de lujo y campos de golf como se disfrutaría mejor la naturaleza agreste de este sitio. Es a través de la conservación inteligente de sus ecosistemas, del adecuado manejo y control de las personas que ingresan a este lugar y de la capacitación y sensibilización constante de los habitantes de las comunidades ubicadas dentro de los límites geográficos del cañón. De esta forma, se estaría fomentando aun más la sensación de pertenencia y urgencia del cuidado de un patrimonio natural de semejante envergadura.
2 comentarios:
no inventes, bellisimo
En efecto, Toño, es un lugar hermoso. Puedes pasarte días enteros ahí y encontrarás siempre cosas nuevas.
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