El ciclo natural continúa a su ritmo acostumbrado.
En tanto que las tardes en la plaza principal dan un respiro de paz entre tanto ir y venir de la gente.
Algunos buscan en qué depositar su fe. A fin de cuentas, no causa gravamen de impuestos.
Muchos aprovechan su caminar para dar pasos decisivos, que los lleven de un lado a otro de las vías.
Y el sol sale y se pone para todos, aunque no a todos les calienta por igual. Todo depende de cuán dispuestos estemos para dejarnos iluminar.
A través de un cristal, lo que puede ser un potente rayo cegador se vuelve una hermosa luz ambarina.
Hay un incesante tráfico vehicular. Siempre corriendo. Siempre de prisa. Esperando no llegar tarde. Ignorando, sin embargo, el por qué quieren llegar temprano.
Y tal vez, encontraríamos explicación a muchas de nuestras inquietudes si decidimos cambiar de perspectiva y ver las cosas desde otro ángulo.
De alguna manera, se tienden puentes que nos ayudan a llegar a donde queremos llegar.
Tal vez a un punto donde podamos ver un amplio panorama a nuestros pies,
O a otro punto en el que veamos nubes agolparse sobre el horizonte. Observándolas no con temor o recelo, sino como la promesa de una lluvia abundante.
El sol se pone nuevamente sobre esta ciudad. Calurosa, polvorienta, insegura. Pero también llena de gente que trabaja y se esfuerza por salir adelante.
Con la luz del atardecer, hasta las estructuras más ordinarias adquieren cierto grado de belleza.
Se encienden los faroles en la plaza. El día ha concluido. Para muchos, productivo. Para otros tantos, de esperanzas fallidas. Queda, sin embargo, la oportunidad del día siguiente para esforzarse aun más en lograr el objetivo que se busca. Y transformar la ciudad de la furia.
1 comentario:
Excelente forma de platicarnos como es un día desde tu perspectiva, muy buenas fotos, como siempre... Abrazos desde el DFectuoso =)
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