Cabe mencionar que este cerro es el punto más alto, no solo de la entidad, sino también de la parte norte del país, con una elevación de 3,720 metros sobre el nivel del mar. El acceso al mismo es a través del ejido 18 de Marzo, el cual se ubica ya a una altitud considerable. Existe un camino de terracería que lleva hasta la cima, dado que en ella se ubican instalaciones para el control del tráfico aéreo.
Este cerro tiene características que lo vuelven peculiar. Al tener semejante elevación, existen en la cima dos tipos de vegetación que son raros en nuestro país: la pradera alpina y el matorral de coníferas. Contiene, además, restos de bosques de coníferas, como pinos (Pinus ayacahuite, Pinus greggii y Pinus hartwegii), oyameles (Abies vejari) y hayarín (Pseudotsuga mensiezi) La primera tiene una extensión aproximada de 21.47 ha en la parte alta del cerro, y consiste en vegetación herbácea, con abundantes gramíneas y plantas anuales. El matorral de coníferas, el cual abarca 54.95 ha, es un tipo de vegetación muy particular, dado que está constituido casi en su totalidad por individuos de Pinus culminicola, una especie de pino que solo crece en la cima de este cerro y en algunas sierras vecinas y no se le encuentra en ninguna otra parte del mundo. Este pino se diferencía además por su crecimiento en forma de arbusto, y no arbóreo como las otras especies. Al ser una especie restringida a este pequeño ambiente, enfrenta la amenaza de extinción debido a la constante presión ejercida por el hombre sobre los ecosistemas del cerro, principalmente en forma de incendios forestales, de los cuales el más reciente ocurrió en 1998 y afectó enormes extensiones de este bosque y de otros tipos de vegetación de la zona, dejando desprovista de cubierta vegetal grandes porciones de las laderas y dejando en su lugar sólo tocones quemados.
En algunos puntos aun es posible observar huellas de ese incendio. Algunas laderas continúan desnudas de vegetación. En otras partes, el fenómeno de sucesión ecológica se está llevando a cabo lentamente, y numerosas especies llamadas "pioneras" están colonizando los espacios disponibles, convirtiendo lo que antes eran extensos bosques de pinos en chaparrales de encinos y otras especies arbustivas.
Pese a que el cerro fue declarado Área Natural Protegida en 1996, no existe un aplicación efectiva de medidas de conservación que garanticen la continuidad de los remanentes de ecosistemas que quedan en el sitio. La ganadería continúa practicándose de manera extensiva, así como la extracción de madera, la construcción de caminos, y existe el constante riesgo de que se produzca de nuevo un incendio de grandes dimensiones.
Después del incendio del 98 se realizaron diferentes prácticas con la finalidad de promover la restauración del sitio, construyendo medios de contención con troncos, para evitar el deslave del suelo con las lluvias, así como el establecimiento de plantaciones con el fin de reforestar parte de la zona afectada.
Este cerro tiene características que lo vuelven peculiar. Al tener semejante elevación, existen en la cima dos tipos de vegetación que son raros en nuestro país: la pradera alpina y el matorral de coníferas. Contiene, además, restos de bosques de coníferas, como pinos (Pinus ayacahuite, Pinus greggii y Pinus hartwegii), oyameles (Abies vejari) y hayarín (Pseudotsuga mensiezi) La primera tiene una extensión aproximada de 21.47 ha en la parte alta del cerro, y consiste en vegetación herbácea, con abundantes gramíneas y plantas anuales. El matorral de coníferas, el cual abarca 54.95 ha, es un tipo de vegetación muy particular, dado que está constituido casi en su totalidad por individuos de Pinus culminicola, una especie de pino que solo crece en la cima de este cerro y en algunas sierras vecinas y no se le encuentra en ninguna otra parte del mundo. Este pino se diferencía además por su crecimiento en forma de arbusto, y no arbóreo como las otras especies. Al ser una especie restringida a este pequeño ambiente, enfrenta la amenaza de extinción debido a la constante presión ejercida por el hombre sobre los ecosistemas del cerro, principalmente en forma de incendios forestales, de los cuales el más reciente ocurrió en 1998 y afectó enormes extensiones de este bosque y de otros tipos de vegetación de la zona, dejando desprovista de cubierta vegetal grandes porciones de las laderas y dejando en su lugar sólo tocones quemados.
En algunos puntos aun es posible observar huellas de ese incendio. Algunas laderas continúan desnudas de vegetación. En otras partes, el fenómeno de sucesión ecológica se está llevando a cabo lentamente, y numerosas especies llamadas "pioneras" están colonizando los espacios disponibles, convirtiendo lo que antes eran extensos bosques de pinos en chaparrales de encinos y otras especies arbustivas.
Pese a que el cerro fue declarado Área Natural Protegida en 1996, no existe un aplicación efectiva de medidas de conservación que garanticen la continuidad de los remanentes de ecosistemas que quedan en el sitio. La ganadería continúa practicándose de manera extensiva, así como la extracción de madera, la construcción de caminos, y existe el constante riesgo de que se produzca de nuevo un incendio de grandes dimensiones.
Después del incendio del 98 se realizaron diferentes prácticas con la finalidad de promover la restauración del sitio, construyendo medios de contención con troncos, para evitar el deslave del suelo con las lluvias, así como el establecimiento de plantaciones con el fin de reforestar parte de la zona afectada.
Es urgente, por lo tanto, que las autoridades ambientales del estado tomen cartas en el asunto, redelimitando y definiendo las estrategias de conservación, monitoreo y vigilancia de esta zona tan importante. Así, se aseguraría en gran parte que la vegetación dañada puede regenerarse a mediano y largo plazo.
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